Dimecres 30 d’agost, Ofrena Floral, parlaments, Bioĺentos i Jaume Armella, a les 19,30h. Pi i Molist amb Verdúm. Acte organitzat per laa Marxa del Maquis del Barcelonés.
Descarga del libro de Antonio Téllez Solà editado por Virus: Facerias. Guerrilla Urbana (1939-1957)
Texto Toni Alvaro (la Boca D’Or)
Hoy hace 60 años esbirros del Estado apostados en ventanas y edificios acribillan a balazos a un hombre que pese a ir bien pertrechado de desconfianza y precauciones se ve sorprendido por la muerte que lleva años sin perderle de vista. No, no es Emiliano Zapata en la peli de Kazan. Es Josep Lluís Facerías y también lleva años de lucha insobornable.
Afiliado a las Juventudes Libertarias y con sólo 16 años se marcha al frente de Aragón a luchar por la Revolución y contra el fascismo. Al final de la guerra, en plena retirada, cae prisionero. Su mujer y su hija de meses no tienen tanta suerte. Mueren ametralladas desde el aire mientras huyen hacia Francia.
Entre cárcel y servicio militar obligatorio en las peores condiciones se le echa encima el año 1945. La II Guerra Mundial ha terminado y empieza a quedar claro que los aliados no tienen ningún interés en echar al general Franco, que han decido cambiar la patada en el culo por las palmaditas en la espalda. Facerías crea el Movimiento Libertario de Resistencia. Resistencia al Estado fascista, resistencia al miedo y a la resignación inoculados a una población devastada.
Los grupos de Facerías se dedican básicamente a recaudar fondos para la CNT y para las familias con presos, abocadas a la miseria. La fuente principal de ingresos son los bancos. Si tú robabas a un banco el Estado debía indemnizar a los clientes afectados.
‘Nosotros somos incapaces de robar a un semejante, pero un banco no es un semejante. ¿Quién pierde el dinero que se roba en un banco? Los clientes, no. Los accionistas lo descontarán de los beneficios que no declaran y lo contarán en las pérdidas que declaran. Y lo cobrarán al seguro. Y no lo pagarán a Hacienda. Aún van a salir ganando dinero. ¿Lo has entendido?’. Así razonan José Luís López Vázquez, Agustín González, Gracita Morales y Cassen en una maravillosa escena de Atraco a las tres (1962).
A veces, aprovechando la huída después de atracar un banco, lanzan octavillas de propaganda. Tampoco son semejantes los usuarios de meublé, las joyerías en tiempo de hambre y los propietarios de automóviles y garajes, a los que detienen en cruces de carretera para apropiarse de dinero y documentación.
Cuando la presión policial se hace insostenible, Facerías pasa a Francia, se da un descanso y vuelve a la carga. Sueña con encender la chispa de una insurrección popular en Barcelona, en un plan que incluye el asalto de La Modelo y la liberación de presos, dinamitar la Jefatura de Policía, la voladura de líneas telefónicas y la toma de Radio Barcelona para dar la buena nueva. Pero no. Al final todo queda en algunos petardos en consulados sudamericanos, una bomba en una central eléctrica y el incendio de los garajes de Campsa.
Entre el invierno del 49 y la primavera del 52, la guerrilla libertaria es prácticamente aniquilada, con la mayoría de combatientes caídos en enfrentamientos, delatados y muertos en emboscadas, encarcelados y fusilados…
Refugiado en Italia y tentado de irse al Brasil, Facerías decide mantenerse fiel a si mismo y vuelve a una España que ya forma parte de la ONU y firma tratados con probos demócratas que no le hacen ascos a estrechar la mano de ese general homicida que igual te firma una concesión que una pena de muerte. Josep Lluís Facerías, Luís Agustín Vicente y Goliardo Fiaschi cruzan la frontera en bicicleta destino a Barcelona.
A la altura de Sant Quirze de Besora, Luis Agustín Vicente El Metralla se separa para ir a casa de un amigo en Sabadell. Allí le detendrán y será torturado. Facerías y Fiaschi se instalan a una cabaña al pie del Tibidabo. Facerías se baja a Sant Andreu para un contacto. Al poco de irse, Fiaschi es detenido en una emboscada cuando regresaba a la cabaña.
Josep Lluís Facerías se baja del taxi en la confluencia de Doctor Urrutia con Pi i Molist. No tuvo la más mínima oportunidad. De haberla tenido la hubiera rechazado con elegancia y bombas de mano. Lo acribillaron a conciencia, que es el único uso de la conciencia que suelen practicar los fascistas. Facerías llevaba una pistola, cinco cargadores, librillo de papel de fumar, petaca y un espejito. En el puño cerrado una bomba de mano que no le dio tiempo a utilizar. Murió, sí, pero ni cautivo ni desarmado.