Crónica del Concert Punk XIII Festes Alter-Natives del Raval
23 juliol, 2015
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24 juliol, 2015

Crónica de la Ruta Llibertària, XIII Festes Alter-Natives del Raval per la Boca D’or

23 juliol, 2015
 

Nos vamos de ruta libertaria por El Raval, acto incluido en las XIII Festes AlterNatives del Raval 2015. Inicio en la calle de l’Est. Aquí vivía José González Carrera ‘El Camarero’, que con su amigo Genís Urrea Piñol se cargaron en febrero de 1935 al verdugo de la ciudad, Francisco Muñoz Contreras, ese funcionario. La venganza nos aleja de la Revolución y a Urrea Piñol de su casa, largándose a Francia para volver una vez acabada la guerra, pasando a la clandestinidad. En 1952, a puertas del Congreso Eucarístico Internacional, las autoridades hacen limpieza a hostia consagrada. Urrea Piñol es detenido junto a varios compañeros más y son fusilados en el Camp de la Bota el 14 de marzo. Los sacrificios humanos a divinidades coléricas no era sólo cosa de los mayas.

El Estado siempre se lo ha currado para redimirnos de nuestros pecados. En Barcelona, a las pecadoras, se las mandaba a la Galera. En julio de 1794, 168 mujeres inauguran una nueva prisión, un convento reciclado que se adapta pronto a las demandas empresariales incluyendo telares para convertir a las reclusas en mano de obra a precio de saldo. Las grandes fábricas tomaron la estructura y funcionamiento de las prisiones. Cárcel, empresa e iglesia vienen a ser como las Trillizas aquellas de Julio Iglesias pero en tristón.

En un régimen alimentario de veganismo extremo te podían encerrar por deseo expreso de tu marido con la excusa más peregrina. Una vez dentro se castigaba la blasfemia y la injuria, que es lo primero que te salía por la boca al entrar, con cepo y mordaza de hierro. El sueño del Rouco que tantos llevan dentro, vamos.

‘¿A qué hueles, libertad?’. No, no es un anuncio de compresas. Es un poema que nos recita Livia. En el recorrido, entre parada y parada, en lugar de echar anuncios nos echan poemas y canciones. Algunas ya se cantaban allá por el 1917, en plena huelga general revolucionaria, un error de cálculo que acabó en escabechina. Los mineros asturianos andaban de protesta dinamitera y los ferroviarios valencianos decidieron para máquinas. La situación parecía propicia para cambiar el estado de las cosas.

El estado de las cosas era el caciquismo de los grandes terratenientes y los caudillos rurales; explotación inmisericorde de la clase obrera; privilegios de la iglesia y monarquía. Se imponía un proceso constituyente. ¿Les suena?. La clase obrera lució su ramalazo pardillo confiando en dos hipotéticos aliados. Una burguesía progre varada en la caspa de un país rancio y un ejército maltrecho y mal pagado, con muchos efectivos que la última vez que habían cobrado fue a manos de los mambises.

Al final la burguesía se acojonó ante tanto obrero mal hablado y el ejército hizo su lectura: si hay caos es nuestro momento para imponer el orden y cortar el bacalao. Y las cabezas que haga falta, como las cabezas que asomaban por la barricada de la Bombilla en la calle de Sant Pau. Los militares la desbarataron, como al resto, sin tener que recurrir a grandes dotes de estrategia, tal como ya se puso en práctica en la Comuna de París. Traes un cañón de los grandes, lo pones delante y empiezas a disparar como si fueras un concejal de urbanismo.

La huelga de 1917 acabó como el rosario de la aurora, y en la calle de l’Aurora vivió Teresa Claramunt, que tuvo bien claro que la Revolución será femenina o no será. De un portal de la calle Aurora sale una señora cubierta de la suela del zapato al moño, mostrando la rendija de los ojos. A veces la Revolución se cuela por una rendija.

Nueva parada en Reina Amàlia. Aquí estaba la fábrica algodonera Morell y Murillo, dos perlas emprendedores que algunos cargos de la CEOE tienen en el altar. Jornadas de hambre de 15 horas que tenían a las mujeres hasta los ovarios. Por ser mujer cobraban un 35% menos que los hombres a igual trabajo, y sus hijos e hijas un 50% menos que ellas. Y se fueron a la huelga. Morell y Murillo, para chulos ellos, decretan cierre patronal. Dura dos años. Cuando reabren, contratan esquiroles. El antiguo personal y el vecindario se rebotan y queman la fábrica. Los bomberos son corridos a pedradas. Al final irrumpe la caballería, abre unas cuantas cabezas y la población reclusa aumenta de un día para otro.

La fábrica se reconstruyó y volvió a entrar en funcionamiento hasta el 1882. Morell y Murillo, para ahorrar y doblar producción han suprimido la válvula de seguridad de una caldera que explota y se lleva por delante 20 vidas, incluyendo niños y niñas. Patronal e Iglesia organizan una recolecta benéfica que se acaban repartiendo para cubrir las molestias que supone tratar con gente que se lava poco. El Ayuntamiento se presenta como acusación particular y Morell y Murillo le regalan al alcalde Rius i Taulet una vajilla de plata. Morell y Murillo no serán imputados, no pagarán ni una multa, eso sí, cobrarán el seguro.

En 1909 (véase estado de las cosas de 1917), 40.000 muchachos son llamados a defender los intereses empresariales en Marruecos, que de eso van las colonias. En plaza Catalunya, Mercedes Monge se encarama para gritar que y una mierda, que vaya Romanones a dejarse la piel. Es 26 de julio, Barcelona está en huelga, los obreros salen a la calle y los líderes políticos que decían que sí, que a la huelga, empiezan a decir que igual mejor no, que se van para casa. La Semana Trágica acabará con más de cien muertos y represión. Francesc Ferrer i Guàrdia será fusilado. Viva la muerte, muera la inteligencia.

Final de trayecto en Sant Pau / Paral•lel. Aquí los vecinos montaron una barricada de considerables dimensiones. Es julio del 36 y cumplen con su deber. Radio Barcelona anuncia la traición y el deshonor de los llamados africanistas, una pandilla de matarifes fascistas que han dado un golpe de Estado. Al alba suenan las sirenas de las fábricas y los barcos del puerto.

Las tropas salen de los diversos cuarteles de la ciudad con destino al centro. Efectivos de caballería e infantería ligera bajan para ocupar Poble Sec, Raval y Montjuïc. Se topan con la gran barricada de la Bretxa de Sant Pau y ponen en funcionamiento un campo de fuerza a lo Star Trek, pero a lo cafre. Utilizan a mujeres y niños como escudos y toman la barricada. A mediodía grupos de milicianos y obreros, con Ascaso y García Oliver al mando del cotarro, se lanzan al asalto de la barricada en manos facciosas. La barricada cae. No hay prisioneros. Al final de la jornada, la Barcelona popular ha detenido al fascismo.

El final de la historia es chungo, así que mejor lo dejamos aquí. Las barricadas del día a día, hechas de abrazos, canciones y complicidades, siguen levantándose en El Raval. Llámale revolución, llámale vivir, llámale reír y llorar juntos, que viene a ser lo mismo.

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