Siempre volvemos a lo mismo, como hacemos para parar esta sangría constante de desahucios de familias expulsadas, como nos organizamos más y mejor para defendernos y luchar contra quienes nos quieren quitar los derechos básicos como es el de la vivienda para enriquecerse y conseguir que lo primero sea lo normal, lo natural y lo segundo una vergüenza inadmisible. Y por otro lado como hacer que la justicia, las diferentes administraciones, es decir el estado defiendan los intereses de la mayoría cuando sabemos que precisamente están para garantizar lo contrario (salvo algunas honrosas excepciones). Y así estamos cada día.
Hoy en el Raval otra mañana llena de conflictos. A primera hora en Sant Climent, una calle con muchos casos de narcopisos, una planta baja de la que se sabía muy poco pero si lo suficiente, a saber: La propiedad Bankia quiere ejecutar el desahucio y poner una cerradura que a los pocos minutos la petará alguna mafia local para hacer un narcopiso o cualquier otro negocio privado. Stop desahucios Raval defendiendo delante de la comitiva judicial, mossos y propiedad que no les creemos y que si les dejanos ejecutar prometen tapiar la puerta en dos horas, lo más seguro es que no se hará y que mientras se perderá la vivienda y aumentarán los problemas. Finalmente lo conseguimos, paramos la ejecución tras mucha tensión y ahora nos toca asegurar que entren en la vivienda una familia que lo necesite que puedan negociar con la propiedad un alquiler social.
Cada cual en su papel, unos defendiendo el “orden y la ley” y otros luchando por la justicia contra las diferentes picarescas, contra las mafias legales e ilegales para defender a las vecinas.
Los debates están abiertos y las heridas sangrando pero hay que intentar ajustarse a la verdad, denunciar a aquellos funcionarios que defienden su estatus y la burocracia con sus tiempos y sus protocolos sin alma y reconocer a aquellas que intentan defender los intereses comunes. Mientras esto estaba pasando, aparecen más casos que desconocemos, así de repente ante los que es muy difícil intervenir y pararlos y la maquinaria gana y duele que así sea. No es todo, hay que decir que pasan cosas que nunca habían pasado que en todos los barrios cada día se mueve más gente, que aprendemos más y que frenamos actuaciones hasta hace poco impensables.
Y que no es suficiente, que diariamente hay que estar en la calle junto con toda la gente que lo comparta para defender nuestros derechos y construir comunidad. Es duro pero vale las penas.