A toda la población mexicana, al mundo:
El pasado 27 de septiembre fueron asesinados 6 jóvenes, 25 heridos y 43 desaparecidos de la escuela normalista rural de Ayotzinapa en el estado de Guerrero, México. Los estudiantes regresaban de hacer una colecta para asistir a la marcha en conmemoración de la matanza de Tlatelolco del 68 cuando fueron perseguidos y tiroteados, primero, por la policía municipal y, después, por individuos no identificados. Una semana después se han hallado fosas comunes con cuerpos de los que la secretaría de gobernación y el poder judicial en su conjunto no han querido dar datos, siquiera a los familiares que esperan angustiados que sus hijos regresen con vida. La desinformación y la ausencia de responsabilidad de los poderes han evidenciado que no existe Estado de derecho en México, pero también la connivencia terrorífica con el crimen organizado. Nosotras, personas de diferentes condiciones, estamos realmente consternadas.
Consternadas porque pueda arrancarse de esa manera la vida de jóvenes que son el futuro de nuestro país. Consternadas por el dolor inimaginable que sienten las personas queridas de los asesinados y desaparecidos. Consternadas porque podían ser nuestros hijos, hermanos, amigos. Consternadas porque lo sucedido es una respuesta al trabajo de las escuelas normales por fortalecer el tejido comunitario que las reformas privatizadoras pretenden deshacer. Consternadas porque la impotencia nos dice una y otra vez que la atrocidad no puede pararse.
Y consternadas también porque lo sucedido abre un nuevo capítulo de sangre y terror en la historia de México, y con ello, del mundo. Durante demasiados años hemos asistido a desapariciones forzadas, feminicidios y asesinatos sistemáticos que han sembrado un miedo profundo en el corazón de esta sociedad.
Históricamente los Estados basados en el terror han tratado de silenciar y ocultar las atrocidades que cometían. Sin embargo, aquí es diferente: no se esconde, sino que se asesina en masa, se exhiben los cuerpos desollados, se escenifican la tortura y la muerte. El mensaje es que hoy no existe diferencia entre Estado y crimen organizado. Dicho de otro modo: la vida de las personas no vale nada para quienes desde el poder están dispuestos a cualquier cosa para seguir haciendo negocio. En este sentido, quienes construyen alternativas contra esta política de muerte, como los jónenes de Ayotzinapa, suponen un obstáculo. No solo en México, sino en otras partes del mundo en las que la gente ha decidido decir «basta» frente al despojo neoliberal.
Nosotras, personas cualquiera como tú, decimos, junto a los estudiantes: «Sí a la vida, no a la muerte».
Por eso, saldremos sin miedo a la calle el próximo día 8 de octubre en todas las localidades del país –en el DF la cita es a las 16h en el Ángel–. Iremos de verde, llevaremos velas y ofrendas. Nos mueve un profundo sentimiento de rabia y tristeza. Por los jóvenes que no tenían que morir. Por todas las personas que en México no debieron morir nunca. En contra de la impunidad. Porque se haga justicia. Porque nuestro mundo sea un lugar habitable en el que la vida digna de todas las personas sea una prioridad a defender. Ven con nosotras.
¡¡VIVOS SE LOS LLEVARON VIVOS LOS QUEREMOS!!
Firmado: estudiantes, amas de casa, trabajadores, mujeres, hombres, madres, padres, campesinos, jóvenes, ancianos, todas.