La rica tradición barcelonesa de protesta urbana sigue inspirando nuevos libros. Por ejemplo, el de Manel Aisa, La huelga de alquileres y el comité de defensa económica. En nuestros tiempos de pobreza e injusticia crecientes (pisos vacíos, desahucios, malnutrición), este estudio resulta especialmente bienvenido porque nos muestra las creativas y originales tácticas de lucha desarrolladas por el efímero Comité de defensa económica, que desapareció blanco de la represión ‘democrática’ de la II República. Creado en el seno del Sindicato de Construcción de la CNT, que agrupaba a los sectores más pobres de la clase obrera local, el Comité de defensa económica (a veces llamado Comisión) politizó la opinión obrera respecto a los problemas cotidianos de consumo y luchó por cambiar la estructura de la ciudad para establecer una Barcelona más solidaria. El Comité constituye un buen ejemplo del sindicalismo comunitario de la CNT de la época, que desde su nacimiento intentó organizar en los barrios grupos que luchasen en temas relacionados con el consumo, lo que refleja el propósito del sindicato de extender sus actividades a todos los ámbitos de la vida obrera.
El Comité inspiró la famosa huelga de alquileres que, justo después del nacimiento de la República, se generalizó en el área metropolitana de Barcelona. Después de años de precios inflados en los alquileres y de una autentica dictadura por parte de los propietarios, miles y miles de inquilinos se negaron a pagar a los caseros, confiando en que la democracia ampararía su derecho de protesta. Casi de inmediato, los inquilinos rebeldes y sus “escraches avant la lletre” chocaron con la nueva legislación represiva (la Ley de defensa de la República), o sea la ley mordaza de los años 30, y con las porras ‘democráticas’ de los Guardias de asalto, la nueva policía paramilitar. Los conflictos que tuvieron lugar mostraron a los obreros los límites de la democracia y marcaron el final de la corta luna de miel republicana. Respecto al Comité, se sufrió ya entonces, incluso antes de su ilegalización, el encarcelamiento de algunos de sus activistas más visibles, que pasaron a ser presos gubernativos.
Tal como nos enseñan las autoridades hoy en día con los montajes judiciales Pandora y Piñata, esa tradición estatal está intacta: ante la protesta, encarcela al anarquista (Contra la democracia)… La experiencia de aquellos años contiene lecciones importantes para los que hoy siguen luchando contra los desahucios y a favor de una vivienda digna.
Otro libro sugerente sobre la historia de Barcelona es el de Dolors Marín, La Semana Trágica. Barcelona en llamas, la revuelta popular y la Escuela Moderna. El hilo conductor del trabajo de semanatragicamarinsMarín es la cultura libertaria y en este estudio minucioso recrea el universo cultural proletario de una época clave en el desarrollo del obrerismo catalán. También analiza la creatividad en las calles, en lo que fue una protesta variada y compleja: la insurrección de 1909 estalló contra “la guerra de los banqueros” en Marruecos, pero también contra la iglesia, contra el militarismo, contra el imperialismo y contra la estructura urbana de la ciudad. Fue una “semana trágica” para las élites y para las muchas víctimas de la represión posterior, entre otros un chaval con discapacidad mental, acusado de bailar con una momia; fue “semana gloriosa” para los revolucionarios, un ejemplo de lo que podía llegar a conseguirse, una muestra del poder de la rebeldía del proletariado.
El mes de julio de 1909 fue el primero de los dos julios calientes de la Barcelona del siglo XX. Para entender como la autoorganización y el urbanismo proletario barcelonés evolucionaron en las siguientes décadas, conviene considerar el magnífico trabajo de Agustín Guillamón, La revolución de los comités, un agudo estudio sobre los únicos órganos de poder verdaderamente revolucionarios surgidos a partir de julio de 1936. La obra de Guillamón es imprescindible para entender el auge y el ocaso de la revolución en Barcelona y en otras zonas durante el primer año de la Guerra Civil.
El libro más revelador sobre el pasado revolucionario barcelonés es, en mi opinión, el de Pere López Sánchez, Un verano con mil julios y otras estaciones. Barcelona: de la Reforma Interior a la Revolución de Julio de 1909 (Madrid, 1993), ahora lamentablemente agotado. López Sánchez nos ofrece dos aspectos de la historia desde abajo: en primer lugar, una historia social espacializada de los desposeídos; en segundo, una historia de las calles que examina la problemática de la ciudad y las consiguientes respuestas sociopolíticas que surgen desde abajo y desde arriba.
López Sánchez hace poco nos ha brindado otro estudio excelente –Rastros de rostros en un prado rojo (y negro) – con historias sobre los inquilinos del grupo de Casas Baratas de Can Tunis, cerca del puerto de Barcelona. En lo que podría denominarse como la microhistoria de una comunidad pequeña, el autor muestra la capacidad de los desheredados de Can Tunis para superar su marginación espacial y económica hasta llegar a ser los dueños de su propia historia. Así, en momentos críticos, por ejemplo durante la huelga de inquilinos del 31 o en la revolución del 36, los habitantes de las Casas Baratas se movilizaron para resistir la opresión cotidiana gracias a una intensa solidaridad local, anclada en los fuertes lazos de vecindario. De esta manera, individuos de pocos recursos en apariencia, resultaron ser inmensamente ricos a la hora de convertirse en huelguistas, colectivistas, milicianos y después, durante el largo invierno franquista, en maquis. Rastros de rostros es un libro muy humano, una historia de los barrios y sus gentes, y está enriquecido con entrevistas a vecinos que hablan de sus vidas, sus deseos y sus desafíos. Se trata, por tanto, de la memoria histórica de unos desheredados que se atrevieron de crear sueños colectivos en las circunstancias más adversas.
Como es bien sabido, la historia sigue… Acaba de salir el libro de Stefano Portelli, La ciudad horizontal: urbanismo y resistencia en un barrio de casas baratas de Barcelona (Barcelona: Edicions Bellaterra, 2015), una etnografía sobre las Casas Baratas del barrio de Bon Pastor, otra cuna de revolucionarios con un largo historial de protesta al estilo barcelonés. Portelli centra su análisis en la lucha recurrente entre la apropiación popular del espacio, desde abajo, y la reapropiación desde arriba, a través del urbanismo burgués, un fenómeno universal que siempre goza del apoyo de los medios de comunicación oficialistas, cómplices en la intención de criminalizar los espacios rebeldes y los barrios más pobres. En el caso concreto de Bon Pastor, se han ido destruyendo los espacios de memoria de la comunidad local, escenario de una historia de autonomía y autogestión. Pero la misma dinámica de lucha sigue en pie, con los vecinos resistiendo los planes especulativos del Ayuntamiento. Así, es solo cuestión de tiempo que aparezcan nuevos estudios sobre la tradición barcelonesa ¿de protesta urbana?