En diciembre de 1918, hace 100 años, la prensa obrera de Barcelona anda ocupada con el affaire Bravo Portillo, el comisario de Barcelona enchironado gracias al trabajo en prensa de Ángel Pestaña y liberado el 7 de diciembre para ponerse al servicio de las pistolas de la patronal, y con la huelga en el sector de las Artes Gráficas, una buena prueba para pasar de la teoría a la pràctica de la unidad sindical. También se informa de la huelga general en Zaragoza. Y aparece algún breve sobre lo que sucede en un pequeño punto en el mapa: Camarasa. Y suceden cosas importantes.
Camarasa, Pirineo catalán, comarca de la Noguera. Allí, en el Puente del Diablo, en la confluencia del Segre y el Noguera Pallaresa, la Barcelona Traction Light & Power, La Canadiense, está construyendo una presa de 92 metros de altura sobre el cauce del río, en ese momento lo más de lo más en Europa. Bueno, la presa la construyen los obreros que se han venido de todas partes a ese pequeño punto en el mapa. La construyen en jornadas de 11 horas por cuatro pesetas diarias y los vales de comida los entrega la empresa para utilizarlos en la tienda de la propia empresa. Las condiciones de trabajo son deplorables.
Menos mal que en noviembre se ha subido a Camarasa el bueno de Simó Piera a hablar de organización sindical y derechos laborales. Los obreros escuchan, se organizan y reclaman sus derechos. Un vecino de Alcampell, Ramon Brualla, se convierte en el primer delegado del Sindicato Único de la Construcción en el pantano. La CNT se arremanga para lo que haga falta y los obreros de Camarasa no se sientan solos.
El 2 de diciembre la empresa reconoce al sindicato como interlocutor y no le toca otra que acceder a dar quince días de anticipación cuando se quiere despedir a algún obrero y a pagar en efectivo los vales de comida para que cada uno se los gaste como le dicte su estómago y su conciencia. Ya fuera de acuerdo, la empresa rodea las instalaciones con efectivos de la Guardia Civil para cachear a los obreros cuando se dirigen al trabajo. Por seguridad, dicen. En respuesta, los obreros se declaran en huelga y piden un aumento de 1’50 pesetas y pago doble de las horas extraordinarias. Por dignidad. Bajo vigilancia de 400 agentes de la Benemérita, de los 1.500 obreros que hay en ese momento, sólo 30 van a trabajar. La huelga se mantiene y se pide la jornada de 8 horas. Se producen las primeras detenciones. Los obreros piden la retirada de la Guardia Civil del recinto de obras. O ya que están que piquen piedra.
Director de empresa y gobernador civil no se bajan del burro e insisten en la represión y los matones. Y para allá que sube de nuevo Simó Piera a reunirse con Ramon Brualla y tomar nota de la situación. Los obreros están hartos de trabajar en turnos de noche con el agua hasta las rodillas y comprando con vales de empresa alimentos que cuestan más que en Barcelona. Si el sindicato está con ellos, piensan aguantar. La CNT está con ellos. Si la gente está con ellos, pues aguantarán más. La gente de Camarasa y comarca está con ellos, organizando cocidos populares para comer juntos y alimentarse las almas, que adaban ateridas de frío y hambre.
El 17 de diciembre se decreta la huelga general en toda la provincia de Lleida. Salvador Seguí arenga personalmente a los huelguistas y advierte que no se descarta una huelga general en toda Catalunya en solidaridad con ese pequeño punto en el mapa. La huelga general en Lleida dura hasta el 22 de diciembre por decisión del sindicato y se mantendrá en Camarasa, en durísimas condiciones pese a cajas de resistencia y subscripciones populares, hasta el 14 de enero.
Cuando los obreros de Camarasa vuelven al tajo, pueden pensar que no han conseguido lo que pedían, aunque han logrado que los detenidos hayan sido puestos en libertad. Lo que aún no saben es que han encendido una mecha que une Camarasa con la sede central de La Canadiense en Barcelona y que pronto explotarà en otra huelga que, esta vez sí, conseguirá las 8 horas por ley en todo el Estado. Sí, es lo que tienen los pequeños puntos en los mapas. Y cada uno de nosotros no deja de ser un pequeño punto en el mapa del mundo, una mecha para prender.