Después de dos años largos de pandemia, control social, malestar, aumento de las desigualdades y medidas de excepción autoritarias. Nos sigue una guerra más, una en la que nos meten en un bando, supuestamente el autodenominado de la democracia y las libertades, en realidad un imperio más frente al otro, el agresor en este caso. Nada de tonterías, de llamados ingenuos a la paz, aumento del gasto militar, más muertes y consecuencias negativas para la mayoría, mientras los mercaderes de la muerte se hacen de oro. Una guerra más que continua las anteriores por el control de petróleo y el gas, de los alimentos, de la energía, de todo aquello que los mismos responsables han destrozado en nombre del progreso, que las «minorías radicales» de siempre han denunciado y que ahora ya rebosa.
Afortunadamente hay mucha gente que ha entendido la emergencia, que es lo suficientemente libre, independiente (no están a sueldo de las corporaciones) y valiente como para denunciar y explicar el colapso, la necesidad de decrecer y de derrotar al capitalismo antes que imponga el «ecofascismo» es decir el nuevo autoritarismo. La democracia ya es obsoleta, solo les sirve para votar y elegir unas autoridades en un terreno de juego ya definido, al servicio de las grandes corporaciones. Tienen miedo y saben de las dificultades por lo que usan todos los aparatos a su favor: medios de comunicación, justicia, instituciones, militares y policías.
Encuestas, tertulias, modelar la opinión pública para ratificar como defensa de las libertades, de progreso, las «soluciones» impuestas que no hacen más que agravar el estado de las cosas, pero no todo funciona, no siempre consiguen legitimar la mentira.
La mayoría de las personas estamos intimidadas, con miedo, sin saber exactamente que está pasando. Nos quieren atemorizar, hacernos cínicas e incapaces de responder, expuestas a que las autoridades y los técnicos nos resuelvan ese futuro apocalíptico.
La mayoría ya no confía, descree y huele las mentiras pero no sabemos qué hacer. El individualismo, el miedo, las decepciones sumadas a las dificultades de asumir en nuestras manos la vida, tiran para atrás.
Pero no hay de otra, hay que reaccionar, hay que escuchar a los que saben y no se venden, hay que juntar a las miles de experiencias que ya están construyendo y resistiendo a sus proyectos.
Hay que defender la vida, la comunidad, los derechos frente al negocio, la avaricia y el despojo. Hay que juntarse los diferentes, desde la autonomía y la diferencia, controlando al poder, exigiendo cuentas y sustituyendo ese poder omnímodo y falso por estructuras autoorganizadas. Hay que parar las guerras, hay que apoyarse, hay que luchar por una paz justa y digna..
Hay que hacer tantas cosas y no somos tantos por lo que si no hacemos maravillas, le ponemos sentido común, generosidad y valentía nos lo van a hacer pasar mal.
Desde lo individual al planeta entero hay que responder. En el barrio y en todos los territorios, lo hace cada vez más gente, en colectivos, comunidades, sindicatos, asociaciones, cuanto más pegadas a la realidad y más autónomas de las instituciones mejor. No salen en los medios, no se les reconoce aunque ahí están.
Y seguir con lo de siempre pero de otras maneras. Ahora nos meterán otra vez en campaña electoral permanente, nos dividirán y lo que queremos es unirnos por los intereses comunes, desde nuestra responsabilidad , esa es nuestra prioridad. Defender como propios todos los espacios que sean útiles, crear los nuevos que sean necesarios, espacios de libertad, de apoyo mutuo, de encuentro, de medios comunes, refugios climáticos, refugios contra la explotación y la desigualdad. Espacios de lucha, respeto, amor y cuidados entre la gente desposeida.
Salud y abrazos.