La corte de apelación de Versalles confirmó el 17 de octubre la decisión del juez de libertades y detención de prolongar mi detención provisional por cuatro meses. Esto ocurrió una semana más tarde de lo previsto, ya que la audiencia del jueves pasado fue suspendida por falta de medios
penitenciarios para trasladarme a Versalles. Este tipo de situación ocurre con demasiada frecuencia,

incluso para personas que gozan de la presunción de inocencia, como consecuencia de la sobrepoblación de detenidos en prisión preventiva en Francia.

Durante la audiencia, el fiscal se limitó a afirmar que las conversaciones en Telegram demostraban que yo estaba al tanto de las actividades de mi cliente, sin tomarse la molestia de justificar sus afirmaciones con pruebas. No presentó ningún elemento para respaldar su declaración, limitándose a anunciar que la decisión del juez estaba confirmada. El presidente mostró su falta de imparcialidad desde el principio, interrumpiéndome después de mi primera frase para indicarme que no permitiría un manifiesto político. Yo había comenzado diciendo: «En los últimos 25 años, he dedicado mi tiempo a organizaciones sociales que ponen a las personas y al planeta en el centro».

Tras esta interrupción, continué explicando que muchas personas me han apoyado a lo largo de este camino, como lo demuestra la manifestación por mi libertad la semana pasada frente al consulado francés en Barcelona, así como la creación de un comité de solidaridad en Bretaña.

Aquellos que me conocen no pueden creer que haya colaborado con un grupo de estafadores, y tienen razón. Sin embargo, en esta justicia burocrátista (burocrática + capitalista), tener razón no se valora tanto como el orden y la lealtad corporativa. Por eso es más fácil seguir la línea de decisiones trazada por la policía judicial, aunque esté equivocada, en lugar de cuestionarla. Mientras buscamos la manera de cambiar los hechos, la verdad sigue oculta entre rejas, en las prisiones de los alrededores de París.

Enric Duran