Hay que hablar de muchas cosas, hay que decir la verdad, lo que se siente después de pensarlo mucho, hay que hacer lo que mejor se pueda lo que se hace. Hay que criticar con respeto y no para tener razón y ganar al otro sino para avanzar, que no es nada fácil. Hay que abandonar el discurso vacío y hacer cada día por la libertad de todos. Hay que hacer tantas cosas que duele y cansa, agotan las prisas y los conflictos. Pero es necesario y no sabemos bien como hacerlo. Intento decir lo que pienso y lo que siento y sé que a veces ofendo y molesto, también a los míos, y no es mi voluntad pero me sale, me gustaría que fuera con ánimo de resistir a la vez que construir. Hay que aprender a decir que no cuando se hace insoportable y cambiar cuando se nos hace ver lo contrario.
Me ha dolido mucho lo de la placa de Peiró, normalizar al rebelde y hacerle perder su razón de ser para que quede bien no es de recibo y no hay excusas, no se debe hacer y no se debe permitir. Me duele profundamente ese intento de normalizar las luchas y la memoria en función de mi discurso y de mis estrategias vaciando de contenido la vida y la muerte de los rebeldes. Recuerde el chiste de Azagra:”Disculpen las molestias, existimos”. Me duele profundamente la falta de critica y la repetición de discursos para oírse a uno mismo delante de tanto sufrimiento.
Hay que saber situarse ante el poder, estar en el tiempo, acompañar las luchas luchas, estar sin imponer ni dirigir, quitarse de encima las responsabilidades históricas para ir haciendo lo que mejor se pueda. Mucha gente lo hace cada día, construye mundos nuevos entre tanta miseria y me alegro cuando lo veo y más cuando lo vivo pero hay que darnos un toque de atención, hay cosas que no pueden ser.
Si no hay una valoración crítica desde la responsabilidad del poder de la gente que quiere cambiar las cosas no vamos a ningún lado, si no hay una valoración crítica de lo conseguido en la economía social, responsable y sostenible que no sea garantizar realidades que puedan funcionar sin la subvención y sin el padrinazgo del poder, si no hay una apuesta responsable y comprometida por crear realidades que puedan subsistir de forma autónoma, gracias a la responsabilidad de la gente que las forma y que rompan las estrecheces del mercado, habremos fracasado.
Me confunden y me cabrean las propuestas vacía hechas desde el autobombo y la demagogia, no están los tiempos para perder el tiempo en banalidades, están para valorar avances, fracasos, preguntas, propuestas, para construir desde la autoorganización, el respeto y la suma de voluntades.
Cada cual haga sus valoraciones, sus críticas y las haga de buena fe, porque si no las hace volveremos a repetir lo de siempre, desde arriba y desde abajo. Todo es cansino pero hay esperanza, desde abajo, muchas cosas se mueven, en mi entorno cercano, en el barrio igual que en todo el mundo y da esperanzas. Más gente lucha y mejor aunque no es suficiente y va sabiendo más. Los enemigos aparecen por todos lados y la apuesta es hacerles frente con muchas miradas, de diferentes maneras, es necesario hacerlo entre todas porque la apuesta es para todos, si es solo para algunos, habrá fracasado. Si solo unos se benefician, serán privilegiados y así serán vistos por los demás, no es tarea fácil pero por respeto a nuestros abuelos y abuelas rebeldes que dieron su vida y la disfrutaron por la revolución, por cambiar el mundo, como Joan Peiró.