Michel Ende en su novela MOMO nos invita a dar un vistazo por un mundo en que es imposible perder el tiempo. Dónde el bar de toda la vida se convierte en un casa de comida rápida y se anula el intercambio humano de una simple interacción. Parecía una locura, pero en esta Barcelona gentrificada, la pesadilla se convirtió en cotidiano.

El gran logro de la compra de EL LOKAL gracias al APOYO MUTUO, LA SOLIDARIDAD y LA ACCIÓN DIRECTA es un parate a las lógicas extractivistas de la cultura. EL LOKAL como espacio de encuentro permite charlas interminables que intentan cambiar el mundo, pero por sobre todo invita a jugar, a imaginar. Esa exclusiva cualidad de la humanidad que en estos tiempos de IA pareciéramos claudicar en post de las máquinas. Como CRONOPIOS que somos los lokaleros, siempre te vas a encontrar con cosas desperdigadas, un martillo (de la vez que se arregló aquel estante) o una camiseta que alguien se midió y olvidamos volverla a su lugar.

Será por esto que no soportamos espacios libres o huecos desaprovechados. Imaginen entonces cuándo al descorrer un viejo afiche nos encontramos con un cubo en la pared de diez cm de lado y lleno de VACÍO. Esto no podía quedar así, y como una travesura más armamos la biblioteca más pequeña del mundo. Usted se preguntará ¿pero los libros son funcionales? Y ahí es donde respondemos que si y que no. Se pueden abrir, y si bien sus páginas están en blanco, eso no es más que una pequeña estratagema que tramamos para que ejercite su imaginación.

Sino piense en esos niños que todavía no saben leer y abren un libro al azar y cuentan la mejor de las historias. Y ahí es donde le decimos lo de jugar. No todo tiene que tener una finalidad ni debe hacerse a las corridas como decía Michel Ende en su novela. ¿Y vos ya pasaste a conocer la biblioteca más pequeña del mundo?