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Crònica de la boca d’or sobre la Jornada "Transacció democràtica"

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amb permís…per si és d’algún interès, crònica de l’altre dia

Jornadas sobre la transacción democrática en Can Batlló organizadas por El Lokal. Hay charla sobre el tema a las 19.30 horas. Son las 20 horas y aquí estamos esperando, sentados en la acera, como el avi Siset aquel. Estamos muy acostumbrados a esperar sentados.

A las 20.10 horas Iñaki García, de El Lokal, llega resoplando y pide disculpas por el retraso. Tiene una buena coartada que la policía puede confirmar, había manifestación en El Raval por la muerte de Juan Andrés Benítez.

Abre las intervenciones Mateu Seguí leyendo unas palabras de Rafael Poch, que no puede venir por motivos laborales. La lectura transcurre bajo un inclemente foco que le ponen a Seguí cara de sufrir interrogatorio. El texto de Rafael Poch es una crónica demoledora sobre la lucha antifranquista, periodo 74-78, infectada por el virus del franquismo que sigue habitando nuestro cuerpo social. Un legado que lo impregna todo y transmite nuestra derrota de generación en generación.

Una época de despelote físico e intelectual que, como el vestido del emperador, deja al descubierto al Franco que había en nosotros. En esos partidos de izquierda universitaria alejados del mundo del trabajo y que funcionaban bajo régimen caudillista buscando la aprobación unánime de consignas. (Lectura recomendada, ‘Crítica de la izquierda autoritaria en Catalunya 1967-1974’. Ruedo Ibérico). Unas organizaciones atenazadas entre la infiltración policial y los autos de fe para llevar revisionistas a la hoguera. Un Franco que sigue ahí presente en la estructura caudillista (barones les llaman ahora) y clientelar de los partidos políticos, en la mentalidad mediocre y envidiosa que sirve de base al poder y el liderazgo.

Afortunadamente también hubo cosas buenas en esa época que conviene tener frescas, más que en la memoria, en la tradición de la lucha por hacer posible lo distinto. Alguien mueve los focos y todo parece dispuesto para la aparición de una vedette recuperando los mejores tiempos de El Molino. La vedette no aparece y toma la palabra Guillem Martínez.

La cultura como espacio de sana confrontación, de disenso enriquecedor, enfrentada al poder, se acaba en el 81, en la que pasa a ser una unidad de destino en lo universal en comandita con el Estado. España y la Cultura de la Transición somos así, señora. Atrás quedó la posibilidad de lo posible que se atisbó en experiencias como la Assemblea de Treballadors de l’Espectacle, en unos tiempos en los que usted podía ver las ‘7 meditaciones sobre el sadomasoquismo político’ de The Living Theater en la parroquia de Sant Medir o pasarse por las Jornades Llibertàries y escuchar palabras inauditas como feminismo, ecologismo, homosexualidad, urbanismo…en una dinámica de horizontalidad. Unos tiempos y unas gentes con altas dosis de generosidad. Unos tiempos y unas gentes que se dan de narices con la CT en el 81, una época que se extingue víctima de los Cuerpos de Seguridad del Estado, el aburrimiento, las drogas, los enfrentamientos internos y generacionales…el paso de la creación colectiva a los gestores culturales, esos dinamizadores pagados por el Estado.

La vedette sigue sin aparecer, así que el de los focos atenúa un poco la luz, quedando un suave tono de homilía y esperanza, momento que aprovecha Amador Fernández-Savater para traer la buena nueva de la Cultura de la Transición de los últimos días. La CT, ya se sabe, es esa consagración del sancta sanctorum constitucional del 78 y el consenso como dogma de fe que garantiza la convivencia. El Evangelio que separa el Bien del Mal y marca los temas y términos del debate posible, quitando la palabra a la gente común para cederla a sus representantes, electos o ungidos directamente por el Estado, y apartando a los locos.

La CT ni se preocupa de hablar del capitalismo, porque es lo que hay y no hay más. El mismo capitalismo que aniquila la

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política para imponer el mercado y pasarse toda soberanía por el forro. Según Fernández-Savater la CT se va resquebrajando a medida que van estallando catástrofes que generan politizaciones de nuevo tipo: el Prestige y Nunca Mais; la guerra en Irak y el No a la Guerra; los atentados del 11M y la respuesta ciudadana; la crisis económica y el 15M…catástrofes a las que sólo se responde con mentiras y politizaciones de nuevo tipo que proponen nuevas descripciones de la realidad y nuevos espacios para actuar, llámense 15M, PAH, Mareas, Procés Constituent, Parlament Ciutadà, Partido X… y así hasta llegar al 99% de la población, no como movimiento compacto y comprometido, si no como mercado potencial de una revolución democrática.

El noventa y tantos por ciento es un espacio metafórico, por tanto un espacio de posibilidades. Somos, y aquí se incluye la mayoría silenciosa, arquitectos y urbanistas de ese espacio. Vale, igual los movimientos sociales aún no tienen suficiente músculo para abducir a hostias a los hombres de negro que aplican austeridad a nuestros derechos y borran de nuestras mentes el recuerdo de todo aquello hermoso, que será ceniza, pero tendrá sentido. Igual es poco, pero es lo que hay, y hay más, usted y yo, gente corriente como la que interviene en la charla. Gente que tiembla al hablar (excepto una señora, al fondo, que hace temblar al hablar y a la que alguien asegura haber visto de jovencita merodeando la casa de Olor Palme). El temblor de la voces sólo se percibe al ser escuchadas. Cuando te levantas después de esperar mucho rato sentado también te tiemblan las piernas. Dos cuerpos temblando escenifican algo de futuro, ese presente remolón.

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